QUE LÁSTIMA PERO...

“Siéntate cariño, tengo algo que contarte. Ponte cómoda, eso es. Comenzamos.

Lo siento, mujer. Beckham, tu inglesito, se nos va. Se marcha a los Estados Unidos, y con él su glamour, su despampanante mujer, sus hijos y todo lo que conlleva. Porque es indudable que Beckham es un jugador diferente, que genera una expectación única y que arrastra masas de mocitas, como tú. No necesariamente madrileñas, las mocitas digo. Pues bien, tengo que reconocerte que me alegro. Y es que Beckham nunca me gustó. Me parece un jugador mediocre que dispone de un excelente cambio de juego…y nada más. Ni siquiera ha demostrado su supuesta calidad para las faltas. Y bueno, por qué no decirlo: de esta manera ya dejarás de discutirme su suplencia, ya dejarás de repetirme que Capello le tiene manía, e incluso probablemente te deje gustar el fútbol.

Porque mira que te ponías pesadita. Y lo peor: ya incluso te creías una experta de la materia. Que si lo hacía mejor con el rombo, que si el doble pivote le viene mejor a su sacrificado juego, que si su punto ideal era el cuadrado mágico de aquel brasileño…
¡Si hasta me reñías cuando decía que Beckham era demasiado guapo para jugar al fútbol! Porque ese ha sido uno de sus problemas. En ocasiones se le medía más por su físico que por su nivel futbolístico. Que, para ser sinceros, y como te decía antes, es escaso. Pero no te me alteres mujer, no hay marcha atrás.

Recuerdo la primera vez que lo viste con la camiseta blanca. Desde allí arriba, en la grada alta del Bernabéu, confundiste su delicada melena con la de Guti. “Es el 23, como Jordan”. Ya nunca pude controlarte. Cada vez que veías aparecer su cabello rubio, te entraba un tembleque mayor incluso que el que me entra a mi cuando vamos a visitar a tu madre. Confieso que estuve cerca de pedir el divorcio cuando al abrir tu cartera vi junto a las fotos de nuestros hijos, la del inglesito con el pecho descubierto. Y no ya porque saliera sin camiseta, sino porque en varias ocasiones, quizás con intención, transformaste mi nombre en un sajón “Deivid”.

No te olvides de lo primordial: decide irse a las Américas en busca de dinero fácil y tranquilidad, renunciando a la élite. Curioso, cuanto menos. Pero yo antes que futbolero soy madridista, y un tipo agradecido. Este tio se dejó la piel por la camiseta que defendía, y eso ya lo vale todo. ¿Que desde que él vino no hemos ganado nada? Cierto. ¿Que era un jugador sobrevalorado? Cierto. ¿Que su fichaje fue el principio del fin? Quizás. Pero su entrega y lucha son dignas de halago. Eso sí, jovenzuela, no debió usted reincidir tanto en alabarlo. Que soy también un hombre fácil.

Ya nunca más me volverás a regañar cuando pida su marcha. Ya nunca más amenazarás con echarme de casa si no te llevo al Bernabéu a verlo. Ya nunca más tendrás que ponerme excusas cuando quieras ver a Becks con los Pross. Ahora soy yo el que te deja. Sí, como lo oyes, me voy a EEUU, con él. A la ciudad que reina Kobe Bryant. Fue bonito mientras duró, pero todo tiene su fin. Ahí os quedáis, Raúl y tú. Yo quiero ser como Beckham.”

Y el hombre en cuestión abrió la puerta, miró atrás, y salió decididamente. Como salieron antes Figo o Zidane. Por la puerta de atrás…