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martes, marzo 13, 2007

FÚTBOL, JUEGO DE NIÑOS

Quien no se haya aburrido alguna vez en clase que tire la primera piedra. Y en tiempos de aburrimientos, mientras la maestra de turno reparte conocimientos insípidos desde la palestra, el despistado alumno tiene que buscárselas para no caer dormido. Algunos éramos de tres en raya, con la dificultad que conlleva jugar a un juego en pareja sin que la profesora se entere. Otros indagaban un nuevo arte, el de los dibujitos en hoja de cuaderno. Y los menos, se evadían del mundo para vivir dentro de sus propios pensamientos. En éstas estaba Flávio Ramos, pongamos que en Brasil, y pongamos que en 1904.


Flávio debía ser de esos chavales que viven por y para el fútbol. De los que aprovechan el tiempo de recreo no para tomarse un descanso, sino para futbolear en el patio de colegio. Se imaginaba jugando al fútbol contra los del barrio rival, y traspasó su idea en forma de nota (otro de los métodos de diversión en clase) durante una clase de Álgebra a su compañero Emmanuel: "El Itamar tiene un club de fútbol en la calle Martins Ferreira. Nosotros vamos a fundar otro aqui en el Largo dos Leões, hoy mismo". Flávio reunió a sus amigos y juntos fundaron el Electro Club. Vivían en el barrio de Botafogo, cercano al "Largo dos Leões". Los creadores fueron once muchachos, que al mes siguiente se reunieron con una anciana del lugar: Teixeira Leite. Era la abuela de Flávio Ramos y les propuso cambiar el nombre del equipo, ya que todos vivían en Botafogo. El equipo pasó a llamarse Botafogo Football Club.


Estos chavales de 14 años comenzaron a disputar partidos con su recién fundado equipo y soñaron que se hacían grandes. El pequeño Flávio, además de presidente, se convirtió en el emblema de un equipo que en 1907 se proclamaría campeón del torneo carioca. Siguieron soñando y aquel niño que un día se aburrió en clase de Álgebra, alcanzó el título de máximo goleador en el Campeonato de 1909. Pero el sueño no terminó ahí: 38 años más tarde, en 1942, el Botagofo Football Club se fusionaría con el Clube de Regatas Botafogo, dando lugar al Botafogo de Futebol e Regatas actual.

Lo que no pudieron disfrutar aquellos estudiantes fue el torneo Conmebol que ganaron en 1933, ni el posterior traslado a Maracaná, el estadio por excelencia. Pero aquellos rapaces sembraron la piedra para que luego el equipo de Río de Janeiro fuera cuna de grandísimos jugadores: Garrincha, el genio de las patitas de alambre; Carlos Alberto, Mario Zagallo, el inventor de la 'folha seca' Didí, Gerson o Jairzinho. Casi nada.


Ellos hicieron grande la historia de un club centenario, uno de los grandes en un país en que lo todo lo que no sea fútbol es secundario. Donde los niños no sueñan con ser jefes adinerados, sino que únicamente se imaginan con un trofeo entre las manos. Las manos del Botafogo, que comenzó como comienzan muchas otras cosas: con un juego de niños.

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