CARTA A SANTA CLAUS

Querido Santa Claus, te escribo esta carta para reclamarte ciertos hechos que han acontecido desde tu visita el año pasado. Recuerdo que en aquella carta, maldito quitailusiones, te pedí entre otras cosas un pañuelo blanco. Sé que te extrañó, y la verdad es que he tardado mucho en utilizarlo. Pero hoy saqué a pasearlo, y tras ver mi casa llena de similares pañuelos, me acordé de ti. La verdad es que he demorado el escrito de esta carta hasta el último día, dando una oportunidad para que se cumplieran mis deseos. También recuerdo que exigía en esa carta una dirección estable, humilde, y que durara al menos una temporada entera. Y sobretodo que fuese legal. Sé que tus colores rojiblancos tienen algo que ver en todo esto: ni presidente estable, ni humilde, ni legal del todo. ¿Tan difícil era? Tan solo quería un tipo como aquel dueño de una empresa de relojes, e incluso como el antiguo ex-mandatario.

Pero hay más. Para mi afición te pedía más unión con el equipo y menos mitificaciones: que los intocables dejen de serlo y que los siempre criticados gocen de confianza. Para el puesto de entrenador no tengo queja, ya que en mi carta te pedí justo al que me has traído. Así que mis quejas, también aqui plasmadas, debería expresarselas directamente a él. Por tanto cuando pase por casa de Capello, y le deje usted carbón, digale de mi parte lo siguiente: queremos un Madrid que cuando se tenga que ganar sufriendo sufra, pero que sepa salir a ganar. Y es que el defecto es claro: cuando tenemos que llevar el peso del partido no sabemos ni qué hacer con la redondita. Pues eso, digaselo. ¡Ah! y dile también que los tres partidos que ibamos a perder ya casi se han multiplicado por dos.

Con respecto a las piezas que te pedí tengo que decirte que por Robben me cambiaste a una copia mala del peor Robben: Reyes, le dicen. Será que es monárquico. De algún defensa seguro me has traído a un pasado de rosca que ha costado mucho más de lo que costaba hace unos años. Y eso que a él le has regalado un balón de oro. Cuando te pedí un perro de presa no era para cuidar mi casa, sino para guardar el centro del campo. Te gastaste 25 millones en un jugador que hasta ahora no ha aportado nada. Y así uno tras otro, incluso al holandes errante que demuestra una apatía fuera de lo normal.

No sé cuáles son las razones que te han llevado a traerme tal despropósito, pero aún así le voy a recordar que yo siempre fui un niño bueno que merecí mucho más de lo que recibí. Siempre estuve con el equipo. Siempre aplaudí a los jugadores. Siempre que el equipo me daba la espalda, yo exhibía con orgullo mis colores. Y sin embargo, Santa Claus, así me lo pagas. Y encima para el año que entra serás capaz de abusar del dinero que poseemos: treinta millones más en un par de promesas argentinas no necesariamente necesarias. Vuelta a las andadas. Pero no te preocupes, que este año volveré a ser bueno para el año que viene poder exigirte lo que no me traigas. Y ahora respondeme, jodido cobarde: "¿por qué las Navidades ya no son suficientemente blancas?". Feliz Navidad viejo, y pese a todo: Hala Madrid.


PD: Si vas a seguir en las mismas piensate mejor lo de traerme carbón. Al menos el carbón se puede comer, porque lo otro es infumable.