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martes, agosto 16, 2011

'Capitano, per favore'

Llegamos diez minutos tarde al hotel. En realidad llegamos en buena hora, pero el equipo se había adelantado y no pudimos conseguir más que una foto con Bojan, ese ídolo de masas femeninas, otro del grupo de Canales, dignos sucesores de Julen Guerrero o cualquier otro Beatle futbolero. El Capitán y algún otro saludó desde la distancia. Esa distancia fue imposible de superar por la seguridad del equipo y porque no pertenecíamos a ningún club romanista ni comemos pizza en un restaurante valenciano. Un saludo del Capitán ya es mucho, pero queda en la memoria y poco más. El objetivo era una foto.

Desilusionado marché de allí, pensando un plan B, C, C.1 y hasta D para conseguirlo. Bastó un segundo intento. Tras una paella una vez hubimos escapado de la algarabía de jóvenes católicos, y una Coca-Cola en un local chill out junto al mar, mis prisas e impaciencia nos llevaron de vuelta al hotel. Mis prisas y también un agresivo y veloz taxista televidente de ‘El Barco’.

Las puertas del hotel, al principio únicamente custodiado por las fans de Bojan y nosotros, fueron llenándose poco a poco de curiosos, gente que hacía tambalearse mis posibilidades de lograr las fotos. La espera se hizo más larga de lo pensado y hasta incomodó la presencia de guardias civiles con mochilas de dibujos animados. Hasta que salieron. Ante mi sorpresa, la gente se quedó parada, se oía mucho ruido pero nadie avanzó hacia los jugadores. Nadie salvo yo, quiero decir. Tras saludar a Rossi, mi primera duda fue si elegir foto con Perrotta o con David Pizarro. Aún no sé bien qué impulso me hizo agarrar a Perrotta y lograrla con él. Acto seguido el bello Borriello fue mi segunda víctima. Hasta que los gritos de mi hermano me avisaron de la presencia de Totti, mi capitán.

Prometo que había mucho ruido en esa entrada del hotel, y sin embargo escuché perfectamente el “¡Carlos! ¡Carlos! ¡Totti! ¡Por ahí!”. Y por ahí que fui. Totti sí era foco de la atención de la gente, estrella mundial (Campeón del Mundo), pero encontré el hueco y momento perfecto. Quizás mi camiseta romanista y mis palabras “Capitano, per favore” ayudaron, pero conseguí esa ansiada foto. Ya estaba. El resto del tiempo lo pasé completando mi colección de fotos: Taddei, Heinze, Luis Enrique (sensación rara). También logré que me ignorara por segunda vez Stekelenburg, y darle ánimos a José Ángel, con el que hablé como si fuéramos amigos. O parecido.

Fue después de eso, cuando ya había salido casi toda la plantilla (faltaba Bojan, que hizo la táctica de esperar y aprovechar la calma) cuando me di cuenta de lo logrado: una foto con Don Francesco Totti, eterno capitán, ídolo de casi siempre, lobo y bandera de la Roma.

Había sido gracias a la sorprendente labor de fotógrafos de mi hermano Luis Alfonso y de mi amigo Vicent Molins, que además de disparar de forma certera sus reflex habían gastado tiempo y paciencia en conseguir mi objetivo. ‘Las manos ásperas de trabajar por un sueño’, que diría Bruce Springsteen.

Luego fui por primera vez a Mestalla, buen estadio. Y perdimos, tal y como esperaba, pero estar junto a Totti, lograr su saludo, tocarle (ojo que esto no suene muy homosexual) y hacerme varias fotos con él compensan todo. Confieso que durante el día me había comportado más como un fan de 12 años que de 22. Esa es la ilusión del niño. Esa no me la quitan.

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viernes, junio 11, 2010

Te sueño, es inevitable

No te voy a engañar: te sueño. Hace tiempo que no me dejas dormir, o al revés. No paro de pensar en ti, en tenerte, en besarte, en acariciarte y enseñarte a todos diciendo que eres mía. ¿Sabes? Mía. Y sólo mía. Necesito poseerte. No puedo parar de pensar en ello, ¿me entiendes? Luego despierto, y me odio a mí mismo por ser tan insomne. Y te odio a ti misma, porque sólo me correspondes cuando cierro los ojos. Eres cruel.

Me vendiste como se vende a un perro. Pero te quiero. Es inevitable: me has sido infiel, me has tratado como a un juguete antiguo, me has ignorado, y a veces ha parecido como si yo no existiera. Has hecho siempre tus planes sin pensar en mí, qué le voy a hacer. Pero eso ahora no importa, he decidido escupir a tu fantasma del espejo y conquistarte. Esta vez es la mía.

Miro tus fotos y me duelen. Me duelen tus fotos y tus recuerdos, siempre en manos de otros, luciendo esa espectacular figura. Quedarías mejor conmigo, lo sé. No soy guapo, pero tampoco feo, y seguro que haríamos buena pareja.

Es que, joder, eres maravillosa. Algo cabezona, quizás, pero preciosa. Me gustaría meter mi Opel Corsa en tus curvas, perderme y tirar el GPS al mar, para que no me encuentre nadie. Tal vez no seas la más bonita, pero me gustas más que ninguna otra.

No estoy harto de tus calabazas, ¡qué va!, pero no quiero más. La última vez que te pedí cita no alcanzaba la mayoría de edad. Acababa de terminar selectividad, y quizás viste en aquel imberbe preuniversitario a un tipo demasiado inexperto para ti. Pero he crecido ¡eh! Tal vez no en estatura, pero sí como persona. Soy más maduro, joder, te lo prometo.

Déjame quererte, hazte mía. Quiéreme, hazme tuyo. Sólo por una noche. Te prometo que será la noche más dulce, la noche más bonita.



jueves, mayo 27, 2010

El Emperador en tierra de emperadores

Mi admirada Roma está cerca de contratar a Adriano. O eso dicen. Recurro pues a un artículo de Enric González (genial escritor, muy recomendable en todas sus facetas) publicado en el libro 'Historias del Calcio'. Se trata del Adriano de 2004, seis años atrás, en su esplendor. Veamos.

EL MOMENTO DE ADRIANO
Lunes , 20-09-2004

Quien no vio a Bernd Schuster en el Europeo de 1980 no vio jugar al auténtico Schuster. Quien conoció a Franz Beckenbauer en los años setenta descubrió a un gran directivo que se alineaba como defensa libre en el Bayern y la selección alemana, pero se perdió al maravilloso centrocampista que fue antes. A Ronaldo hubo que verle en el Barcelona; a Cruyff, en el Ajax. Y a Adriano Leite Ribeiro, 22 años, hay que verle ahora mismo.

Adriano es un prodigio. Tanto músculo (1’89 de estatura, 91 kilos) no puede moverse con tanta soltura, ni puede tocar el balón (calza un 46) con tanta delicadeza, ni puede colarse como se cuela por los rincones del área. Sobre todo, esa montaña de músculo contra la que, como dice su compañero Toldo, “los contrarios rebotan”, no puede ser eternamente indestructible: si un día se rompe, se desmoronará en un chasquido de tendones y ligamentos y, aunque se cure, no volverá a ser lo mismo.

El año pasado, el fenómeno del calcio fue el milanista Kaká, un mediapunta delicioso, también brasileño, que esta temporada está arrancando con dificultades. Este año no hay otro rey que Adriano. En verano, siete goles, máximo goleador y mejor jugador de la Copa América. Con el Inter ha marcado siete tantos en los cinco partidos oficiales disputados hasta ahora, ha anotado siempre y ha sido el mejor del equipo. Roman Abramovich, el multimillonario dueño del Chelsea, ofreció al parecer 84 millones de dólares para llevárselo, pero ni el Inter ni el mismo Adriano estuvieron por la labor.

Adriano, como Ronaldo, es hijo de las favelas. Y no ha perdido la molestia. Afirma que el propietario del Inter, Massimo Moratti, le sacó de la chabola (exagera: ya jugaba en el Flamengo y tenía un suelo decente en 2001, cuando Moratti pagó por él 8’4 millones de dólares) y que nunca le traicionará. En fin, ya veremos. El caso es que Adriano no ha adoptado todavía las maneras de los divos, pese a acudir cada día al vestuario interista, que, junto al del Real Madrid, es probablemente una de las mejores escuelas del mundo en la materia, y se comporta como una fuerza benigna. Ayuda a sus compañeros, no se queja, no protesta las decisiones de los árbitros, se lleva bien con Vieri (eso es, seguramente, lo más difícil) y da las gracias por todo.

Cuando murió su padre, unas semanas atrás, viajó a Brasil, acudió al entierro, estuvo un par de días con la familia, regresó a Milán y, tras una noche en blanco, saltó al césped y marcó.

Para Zaccheroni, técnico del Inter la pasada temporada, Adriano “es menos dinámico que el mejor Ronaldo, pero es mejor que el mejor Ronaldo”. Adriano Galliani, la mano derecha de Silvio Berlusconi, ya ha dicho que su “ilusión” es alinearle en el Milán junto a Andy Shevchenko. La prensa italiana le ensalza cotidianamente. Antes que todo esto le pese en los pies, en la cabeza y en el bolsillo, hay que verle jugar. Ahora.


Queda la duda de si todo lo ocurrido le pesa ya en los pies, y en la cabeza. En el pasado reciente ha sido así, pero merece una oportunidad. Le tengo fe, pero... el tiempo dirá.